La introducción que los autores del Libro Mecánica de Suelos, Tomo 1 "Fundamentos de la mecánica de suelos", Dr. Juarez Badillo y Mtro. Rico Rodríguez, redactan me es muy convincente para los inicios de mi formación en esta disciplina. Recomiendo este libro y sus tomos 2 y 3.
Antes
del desarrollo de la Mecánica Aplicada, posible a su vez gracias a
las grandes contribuciones científicas de los teóricos, todos los
principales problemas de la ingeniería civil eran resueltos en forma
intuitiva o por tanteos. Ello aparejaba serios riesgos en lo
referente tanto a seguridad como a economía.
El
advenimiento a la técnica de los principios de la Mecánica hizo
posible predecir el comportamiento de una estructura, basándose en
las propiedades de los materiales constitutivos de ella. En este
aspecto dos materiales fueron particularmente objeto de seria
atención: el acero y el concreto, para los cuales pronto se
desarrollaron normas de fabricación que, garantizando ciertas
cualidades, permitieron el conocimiento, siguiera aproximado, de su
comportamiento.
Salvo
ensayos notables, aunque inconexos, el suelo sólo en época reciente
fue objeto de estudio sistemático como material de construcción.
Aunque pudiera parecer paradójico esta situación no siempre ha
perjudicado a la actual ingeniería.
Parece
inútil discutir el papel fundamental del suelo en la tecnología
ingenieril y, no obstante, puede afirmarse que su decisiva influencia
quizá no ha sido comprendida en todo su valor en algunas esferas de
la técnica, que no la aquilatan suficientemente, aunque pueda
decirse con particular satisfacción que tal actitud se desvanece
rápidamente.
En
épocas correspondientes a la pasada centuria, los tremendos
progresos de la Física en general y la Mecánica Aplicada en
particular, hicieron concebir a los investigadores una excesiva
confianza en sus logros, por decirlo con suavidad o una cierta
soberbia intelectual ante el universo, si se quisiera hablar sin
eufemismos. Esta actitud trascendió a la ingeniería con particular
vigor, aun cuando, nos permitimos insistir, este hecho sea únicamente
un reflejo de la actitud más generalizada de la ciencia ante el
mundo. Es la época en que los grandes elasticistas europeos
convierten sus respectivas esferas de influencia en terrenos llenos
de sutilezas matemáticas y de elaboradas teorías de lápiz y papel.
Durante estas épocas puede decirse que no existe un intento
sistemático del análisis de suelos desde el punto de vista de la
ingeniería civil.
La
técnica ingenieril producto de esa etapa, cuyo valor en el
desenvolvimiento de la técnica general no debe subestimarse, adolece
del pecado de teorizante. A partir de hipótesis aceptadas, se
desarrollan teorías matemáticas para representar los fenómenos
físicos con que tiene que ver el ingeniero; teorías muy meritorias
que permitieron construir con mayor criterio y rigor que nunca antes,
pero adolescentes todas de un mismo defecto común: las hipótesis
aceptadas, que no representaban más que aproximadamente, a veces
burdamente, a la realidad. Son las teorías del “acero elástico”
y del “concreto elástico”, en las que las propiedades mecánicas
de esos materiales se describen en función de dos valores numéricos
precisos: el módulo de elasticidad y la resistencia a la ruptura.
Las desviaciones del comportamiento puramente elástico del acero o
del concreto, o sea los fenómenos de deformación inelástica,
escurrimiento plástico y fatiga eran prácticamente desconocidas y
nunca tomadas en cuenta. La experimentación como método de
investigación estaba en crisis ante el puro esfuerzo intelectual del
investigador, no siempre cuidadoso de la concordancia con la
realidad.
El
siglo XX trajo consigo una revisión de la metodología ingenieril.
Europa y América al unísono buscan nuevas rutas a la investigación;
nace un movimiento renovador basado en un empirismo sano y se someten
sistemáticamente los resultados de la elaboración teórica a
comprobación con la realidad; aparecen los intentos, de tanto
futuro, de buscar el verdadero comportamiento de una estructura en el
estudio del modelo representativo; se aplican cada vez más a la
ingeniería los logros de la Estadística y, en general, se respira
una definitiva tendencia de buscar, no la ingeniería de lápiz y
papel, sino la de campo, la real, la que transforma naciones y las
hace mejores.
Tampoco la anterior tendencia de la
técnica está divorciada del desarrollo general de la Ciencia
Física, de la que es aplicación; el siglo XX trae también
tendencias renovadores en el campo de la Física General y una
búsqueda sistemática de la realidad, aún a través de la teoría
más compleja.
En esta época de
transición nace en forma general la Mecánica de Suelos. Siempre
resulta arriesgado atribuir a la obra de un hombre cualquier logro de
la ciencia, pero en este caso parece bastante justificado mencionar
antes que nada el nombre del hombre que ha hecho posible el
nacimiento de esa parte de la ingeniería, como fundador y guía, el
nombre del Dr. Ing. Karl Terzaghi.
En 1925 con la
aparición en Viena de su ya clásico Erdbaumechanik Terzaghi dio a
la luz la primera publicación en que en forma sistemática se da una
interpretación científica al suelo como material ingenieril.
Ilustre geólogo, distinguido consultor de ingeniería, investigador
completo, maestro emérito, Terzaghi ha marcado desde entonces la
pauta a seguir en el desarrollo de la ciencia novel. Aún hoy, ya en
la ancianidad ocupa activamente sus cargos académicos y de consulta
en la Universidad de Harvard, en los Estados Unidos.